domingo, 5 de septiembre de 2010

La ternura que esperaba y el afán innovador de Marcos Carías

Marcos Carías (1938), junto con Eduardo Bähr y Julio Escoto, conforma la tríada de escritores que, al finalizar la década del sesenta, da un nuevo rumbo a la narrativa hondureña apartándola del arraigado regionalismo o realismo costumbrista. Marcos Carías imprime a sus textos el sello de la vanguardia, presente ya en su primer libro, La ternura que esperaba, conjunto de cuatro cuentos publicado en 1970.

En La ternura que esperaba – tal como ocurre con la narrativa latinoamericana de vanguardia- no aparecen las tradicionales estampas de la política criolla o la exposición de una inveterada problemática rural. Sus personajes ya no son el indio, el campesino, el obrero agrícola o el patrón semifeudal. Tampoco encontramos al héroe civilizador que con calidades casi míticas o mesiánicas y, generalmente, enfrentado a una naturaleza hostil o a una sociedad injusta, anhela o lucha por su transformación. Faltan también las transcripciones fonéticas del habla popular.

Marcos Carías busca expresar una realidad para él más cercana: la de un sector pequeñoburgués generalmente pragmático y conformista. Por sus cuentos desfilan grises personajes extraídos de los sectores medios de la sociedad: estudiantes latinoamericanos (sobre todo hondureños) que realizan estudios en España. Y, como trasfondo, un mundillo apenas entrevisto de conserjes, vendedores, empleadas domésticas, amas de casa y una que otra prostituta ocasional.

“Margarita”, “El día de boda”, “Noche de parto” y “Al margen” son los cuentos que desarrollan, entre otros, los siguientes temas: la despreocupación y camaradería estudiantil; el establecimiento de lazos de amistad en razón del origen latinoamericano; la búsqueda de autenticidad; la interrupción de estudios por la adopción prematura de compromisos matrimoniales; la vulgaridad del hondureña medianamente rico; el entendimiento amoroso; la imposibilidad de la comunicación absoluta con la pareja y el escepticismo frente a la eventualidad de cambios sustantivos en la patria a la cual se regresa.


El autor, sin concesiones facilistas, sin plegarse a las exigencias de un público acostumbrado a las fórmulas ya digeridas de antemano, desde su primer libro, muestra gran madurez formal y un encomiable afán –renovado en cada uno de sus libros ulteriores- por recorrer caminos inéditos en la narrativa hondureña.


Biblografía: Umaña, H. (2000), Estudios de Literatura Hondureña. Tegucigalpa, Honduras. Editorial Guaymuras.



Imágen: http://archivo.elheraldo.hn/nota.php?nid=83003&sec=12&fecha=2007-09-15

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