miércoles, 8 de septiembre de 2010

Lo maravilloso y lo fantástico en la narrativa de Oscar Acosta

En la década del cincuenta, la narrativa hondureña transita por los campos del criollismo, del romanticismo y, en forma un tanto embrionaria, del realismo socialista. En este ambiente, que prolonga anacronismos más allá de lo observado en otros países de Centroamérica, Oscar Acosta (1933), en El arca (1956), maneja un discurso de vanguardia que, en la mayor parte de los textos, cae dentro de la llamada literatura maravillosa y fantástica.

Lo extra natural o sobrenatural es lo normal. Justamente, el enfoque de ocho de los dieciocho cuentos que conforman El arca. Veamos:

  • “La veleta”: las brujas transforman a un gallo inoportuno en la primera veleta de la historia.
  • “El intrigante”: el intrigante es castigado por los dioses a no encontrar interlocutor. Sin poderlo evitar, a sus propias preguntas, él mismo se responde.
  • “El vengador”: el cacique Huantepeque queda ciego por una maldición divina.
  • “La espada”: el Príncipe Ricardo, aunque se deshace de su espada, no puede evadir que ésta le provoque la muerte, tal como le había vaticinado la bruja.
  • “Palabra de honor”: un comerciante falaz sufre la mutilación de la lengua, respuesta divina a una maldición realizada frente a La Meca por otro comerciante a quién él estafó.
  • “El regresivo”: un hombre de sesenta años involuciona hasta llegar a recién nacido.
  • “El duende”: Se habla de un ser diminuto: fuerza interior que hace soñar y vivir con pasión; se identifica con el yo.
  • “Los poetas”: se afirma la existencia de “molineros celestiales” con los cuales los mayas comparaban a los poetas.

Lo extranatural y la intervención de los poderes o fuerzas sobrenaturales se visualizan como normales. Ni se busca ni se plantea la explicación racional. No hay asombro o extrañeza porque el único orden existente es el maravilloso. Los anteriores relatos – de brevedad extrema- pertenecen o se emparentan, en forma muy cercana, con este género. Seguidamente, una muestra:

Un gallo cantó tanto desde una cúpula que importunó a las brujas que en la noche celebraban en un bosque de Hungría hace setecientos años su sexto congreso mundial. Éstas lo maldijeron ordenándole quedarse inmóvil y mudo donde estaba. Luego se olvidaron involuntariamente de él y desaparecieron entre la sobre. Así nació el primer gallo de lata de la historia o sea la veleta. (“La veleta”, p.13)

Aunque los límites entre lo maravilloso y lo fantástico a veces con imprecisos, en este último gén
ero se percibe la existencia de dos niveles: el mundo “real” y el sobrenatural. Lo insólito irrumpe como infracción al orden establecido y ello suscita el aparecimiento de una vacilación entre la explicación natural y la sobrenatural. Lo fantástico –dice Todorov- “se define por la percepción ambigua que el propio lector tiene de los acontecimientos relatados”.

Existe otra variante de la literatura fantástica que Oscar Acosta bordea: la que no precisa de elementos extranormales o sobrenaturales en sí. En este caso basta descender a las reconditeces de la conciencia o subconciencia para encontrar mayor complejidad y misterio que en cualquier monstruo creado por la imaginación más delirante. He aquí el cuento completo de “El cazador”:

Antes de la cacería el hombre soñó que era un altivo ciervo y al mismo tiempo su propia persona que disparaba contra el animal. Al día siguiente se le presentó la ocasión de cobrar una buena pieza, idéntica a la de su sueño, que lo miraba con ojos asustados al lado de su antiguo roble de bosque. El hombre apuntó con su escopeta a la frente con todo cuidado y disparó.
Sus acongojados compañeros de caza lo encontraron tres horas más tarde junto al roble con el cráneo partido por un rayo.
(pp. 39-40)

Oscar Acosta, en El arca, se aparta de la modalidades tradicionales que observamos, por ejemplo, en Cuentos de amor y de la muerte de Froylán Turcios. En Acosta existe una sensibilidad nueva que se puede ubicar dentro de los parámetros de lo maravilloso y fantástico, pero tal como los concibe la estética del siglo XX.

Acosta elimina lo tenebroso romántico, de truculencias basadas en fantasmas, cementerios, ánimas en pena y seres de ultratumba, tal como era propio del romanticismo; tampoco acude al planteamientos criollistas que, separando el mundo “real” del mundo “sobrenatural”, hacen de éste un producto de la superstición popular; asimismo, cambia el ámbito rural y local por la referencia cosmopolita; trabaja planos de irrealidad en donde la imaginación, más que trazar una escena verídica, construye una anécdota para indagar o aludir a un concepto universal. También, del discurso narrativo elimina la joyería modernista para entregarnos un lenguaje soberbio y directo del cual están ausentes la ampulosidad y el retoricismo. Evita las digresiones personales para construir relatos de aparente objetividad y frialdad, textos impersonales dentro de una línea cerebral que, más que enunciar abiertamente, sugiere y problematiza por el abanico de posibilidades interpretativas que despliega ante el lector.

Por ésas y otras razones, El arca es un texto de ruptura con la tradición narrativa hondureña que, quizá por haber sido publicada en El Perú, o por un deliberado marginamiento de corte ideológico ejercido contra el autor, careció de inmediatos continuadores en el solar partió. En este sentido habrá que esperar hasta fines de décadas de los sesentas para que Julio Escoto, Eduardo Bähr y Marcos Carías Zapata realicen el segundo y definitivo momento de ruptura.

Bibliografía: Umaña, H. (1992) Ensayos sobre literatura hondureña.Tegucigalpa, Honduras. Editorial Guaymuras

No hay comentarios:

Publicar un comentario